Publicado: 13 de Octubre de 2023
Cuando se arreglaba para ir a la facultad, Beatriz Ruiz podía pasar un buen rato peinándose. No era tanto para lucir su pelo como para tapar su cara. El flequillo ocultaba los granos de la frente, los mechones a los lados disimulaban los de las mejillas. Enterraba su cara en pelo. Antes de decantarse por la ingeniería capilar, Ruiz había optado por métodos más clásicos: maquillaje, cremas, pastillas… Había probado todo, pero los granos seguían ahí y lo único que podía hacer era esconderlos. Esconderse. Ruiz estaba acomplejaba, pero a veces conseguía olvidarse. Por momentos pensaba que podía disimular o simplemente seguir adelante. Iba a una fiesta, socializaba. “Entonces, después de haber hecho un trabajo enorme por olvidarlo, estás hablando con alguien y de repente ves que no te mira a los ojos, que te está mirando a la cara, a tus granos”, explica en conversación telefónica esta creadora de contenido de 25 años. “Y dices, ‘ostras, no me los he tapado bien’ y te entra la inseguridad. Y se produce un retroceso enorme en tu proceso de aceptación”.
El caso de Ruiz no es único. El 30% de las mujeres y el 7% de los hombres de más de 25 años sufren de acné. Las lesiones que deja sobre el rostro pueden perjudicar la autoestima y la confianza. Un estudio presentado esta semana en el congreso europeo de la disciplina revela el importante estigma asociado a esta patología. La investigación ha evaluado el efecto de distintas variantes anatómicas del acné en los patrones naturales de la mirada y la percepción social. Los investigadores siguieron los movimientos oculares de 245 participantes que observaron rostros neutros y emocionales de mujeres con distintos tipos de acné. Descubrieron que los participantes no las miraban tanto a los ojos como a los granos. También, que las percibían como menos atractivas, menos confiables, exitosas o seguras de sí mismas.
“El comportamiento de la mirada depende del sexo y de la edad”, explica Marek Jankowski, dermatólogo y principal autor del estudio. “También de la cultura. Por ejemplo, los europeos occidentales [que miran más a los ojos y la boca] tienen una estrategia de mirada diferente a la de los asiáticos [que se fijan en la nariz]. Sin embargo, esta es absolutamente automática e involuntaria”.
Ruiz es consciente de que no se puede controlar, pero eso no hace la situación menos incómoda, explica: “Aunque sea involuntario, duele igual. Pierdes el hilo de la conversación. Sabes perfectamente que te están mirando los granos, que se están fijando más en tu físico que en lo que estás diciendo. Y eso genera bastante inseguridad”.
Un reciente estudio científico intentó cuantificar esa inseguridad y resolvió que las mujeres adultas con acné son más propensas a padecer problemas de depresión, ansiedad y aislamiento social. Al igual que Ruiz, se sienten menos seguras en el trabajo, y a menudo toman medidas obsesivas para ocultar sus imperfecciones cutáneas.
Tener acné cuando eres adolescente no tiene las mismas implicaciones que sufrirlo de adulto. “Durante la adolescencia puede impactar, pero se asume como algo normal y pasajero”, señala Alba Calleja, dermatóloga de la clínica Dr. Morales Raya. Ella lleva siete años tratando este tipo de patologías y ha escuchado en consulta todo tipo de historias. Por eso valora positivamente el análisis de Jankowski. “Los estudios se suelen fijar en la autopercepción del paciente, no en cómo lo perciben los demás”, señala. Esta perspectiva elimina la subjetividad de un problema que, históricamente, ha sido minimizado. Y sigue siéndolo, como señala la experta: “A la clínica vienen muchas consultas secundarias. Mujeres que ya han ido al médico, pero que sienten que no les han escuchado, que no han dado importancia a su problema”.
Más allá de hablar de sus síntomas, estas mujeres hablan de sus experiencias. Se desahogan. “Te cuentan cómo les afecta en el trabajo, si tienen una reunión. Como dependen del maquillaje para salir a la calle, o explican métodos de ocultación de todo tipo”. Además, señala la doctora, el acné adulto es muy variable. Hay días que parece mejorar y otros en los que se desata un brote. “Esto acaba generando mucho estrés emocional e impacta directamente en la autoestima”, sentencia. Lo primero que les ofrece ella es comprensión. Lo segundo, un estudio hormonal, pues hay cerca de un 30% de los casos en los que ahí reside el problema. Solo después de descartarlo, Calleja pasa a recetar un tratamiento tópico o de pastillas.
Después de varios años probando todo tipo de alternativas, Beatriz Ruiz se dio cuenta de que ella estaba en ese porcentaje. Fue al endocrino, que le dijo que tenía el síndrome de SAHA, un diagnóstico clínico relacionado con una alteración hormonal. Le pusieron un tratamiento acorde. Y la cosa empezó a mejorar. “Es importante hacer un estudio hormonal, siempre que haya una aparición brusca o de novo del acné en la edad adulta”, señala Ainhoa Abad López, endocrinóloga del Hospital Universitario Puerta de Hierro. “Hay que estar alerta, especialmente, cuando va asociado a otra sintomatología, como incremento de vello, alteraciones menstruales en las pacientes en edad fértil, alopecia androgénica…”. Ruiz cumplía, uno a uno, con todos estos síntomas.
Su caso es cada vez más común. “La incidencia del acné adulto ha aumentado enormemente en los últimos 20 años”, señala Jankowski. El aumento se cifra en su estudio en un 10%, es mucho mayor en las mujeres que en los hombres y se da en países concretos. “El acné es una enfermedad multifactorial en la que hay que tener en cuenta factores genéticos y endocrinos”, explica Jankowski. “Sin embargo, no podemos culpar a los genes si observamos un aumento masivo y existe una correlación geográfica entre su incidencia y la renta media”, apunta. En los últimos años, se ha empezado a asociar con la dieta occidental, el estrés y el estilo de vida. Pero la doctora Calleja es cauta y recuerda que aún no hay una evidencia científica que lo respalde. “Puede haber otros factores, como que ahora la gente lo consulta más”, señala. “Antes tendía a esconderlo”.
Después de 17 años lidiando con el acné, Ruiz tiene la piel mucho mejor. Y la cabeza. Cuando las imperfecciones son la carta de presentación, cuando uno no las ve, pero es lo primero que notan los demás, el tratamiento no solo tiene que ser médico. Ruiz lleva años trabajando en ello. Hace un tiempo, decidió dejar de esconder sus granos. Se quitó el flequillo, se echó el pelo hacia atrás. Y se empezó a ver guapa. Decidió abrirse una cuenta de TikTok, y en lugar de tirar de filtros para esconder sus imperfecciones, se hizo primerísimos planos para hablar de ellas. De cómo tratar el acné, pero sobre todo, de cómo sobrellevarlo. La idea, de alguna forma, conectó con un público acostumbrado a esconder el problema. Hoy suma más de 200.000 seguidores.
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