Publicado: 25 de Julio de 2022
El problema más grave que puede provocar las temperaturas extremas para la salud es un golpe de calor, que puede ser incluso mortal, pero someter a nuestro organismo a altas temperaturas sin tomar las precauciones adecuadas puede además producir deshidratación, que también puede ser muy peligrosa si no la atajamos a tiempo. Veamos cuáles son las consecuencias, leves y graves, que la falta de líquido puede provocar en nuestro organismo.
¿Qué es la deshidratación?
Entendemos comúnmente por deshidratarse cuando nuestro cuerpo pierde más agua de la que repone. Cuando esto ocurre, nuestro organismo, especialmente algunas zonas, empiezan a no funcionar correctamente, pues hay órganos en las que el agua está más presente. Así, si la media del porcentaje de agua que hay en nuestro cuerpo oscila entre el 50% o el 60% de nuestro peso corporal total, en el cerebro representa en torno a un 85%, en los músculos un 70% o en los huesos apenas un 20%. Por este motivo, es comprensible que la falta de agua se note antes, por ejemplo, en el cerebro y en los músculos que en los huesos.
Hay situaciones que nos pueden llevar a perder agua en exceso, como una infección intestinal que nos provoque vómitos y diarrea, pero con el calor, lo más normal es que sea debido a una sudoración excesiva, que puede derivar en deshidratación si no reponemos líquidos correctamente. Esta pérdida de líquidos puede ir acompañada además de pérdida de electrolitos. Si esto ocurre, la deshidratación se acusará aún más, pues estos electrolitos -especialmente el sodio- ayudan a su vez a regular la cantidad de agua que hay dentro y alrededor de las células y tienen otras funciones vitales en el organismo.
Las personas más vulnerables a la deshidratación son los bebés -porque su sistema de regulación del equilibrio hidroeléctrico todavía inmaduro- y los ancianos, debido a la falta de apetito que padecen, algunos medicamentos y a la reducción de la sensación de sed. También las personas con enfermedades como la diabetes y los que padecen algún problema cardiaco.
¿Qué síntomas provoca la deshidratación?
La deshidratación es un proceso gradual, por lo que, si atendemos a los síntomas que se producen en las primeras fases, no pasaremos a la siguiente. Si, por el contrario, los ignoramos, la deshidratación irá en aumento hasta convertirse en peligrosa. Así, podemos distinguir entre:
Deshidratación leve: Aparece la sed, sentimos la boca seca y la necesidad de ingerir líquidos. Podemos sentir cierto nerviosismo y que orinar con poca frecuencia, poca cantidad y es más oscura de lo normal. Con estas sensaciones podemos haber perdido entre el 3 y 5% del agua corporal.
Moderada. La sensación de ser será mucho mayor y notaremos sequedad en la piel y las mucosas. Los ojos se verán hundidos, el pulso será débil y el corazón se acelerará. Además, pueden aparecer mareos, dolor de cabeza y calambres musculares. En este momento, hay que pedir ayuda, pues es probable que hayamos perdido hasta un 10% del agua que necesitamos. En esta fase, como alerta la Fundación Española del Corazón, pueden incluso producirse síntomas cerebrales, pues “la deshidratación causa una contracción del tejido cerebral que se asocia a un aumento del volumen ventricular, llegando a afectar negativamente en la respuesta de nuestro cerebro a una actividad intelectual. En este sentido, procesos mentales como la memoria, el aprendizaje o la capacidad de atención pueden disminuir por la falta de líquidos, sobre todo cuando el cuerpo sufre pérdidas de más del 2%”.
Qué puede ocurrir si sufrimos una deshidratación grave
Si no tomamos medidas para combatir la deshidratación cuando es leve o moderada, la deshidratación terminará siendo grave y pondrá en riesgo el desarrollo de funciones vitales a incluso la propia vida. Esto empieza a ocurrir cuando perdemos más del 10% del agua de nuestro cuerpo, que se manifestará en forma de sed muy intensa, producción de orina de color amarillo oscuro o mínima o, incluso estará ausente, los ojos estarán muy hundidos, la piel muy seca, tendremos hipotermia, desmayos… Si la deshidratación avanza, los tejidos corporales empiezan a deshidratarse más rapidamente, las células se contraen y el organismo empieza a funcionar incorrectamente. Si existen enfermedades renales o cardiacas el daño se producirá antes. Una deshidratación intensa provoca que la sangre que fluye no sea suficiente, por lo que se puede incluso llegar a producir un fallo multiorgánico y la muerte si no se actúa con mucha rapidez.
¿Cómo prevenir la deshidratación?
La respuesta es simple: bebiendo agua en cuanto notemos la mínima sensación de sed. En estos días tan calurosos, sobre todo si notamos un aumento en la sudoración o hacemos ejercicio, lo ideal es beber antes de notar la sed y hacerlo de manera continua, a sorbitos pequeños, y siempre con agua, no con bebidas azucaradas o alcohólicas. Solo en caso de realizar ejercicio podemos compensar la pérdida de electrolitos con alguna bebida isotónica.
A grandes rasgos, podemos:
•Asegurarnos de que tomamos la suficiente agua cada día, al menos dos o tres litros en verano.
•Beber más agua cada vez que hagamos ejercicio o notemos que estamos sudando más de lo normal.
•Vigilar de cerca a los más vulnerables, como los bebés y los ancianos. Hay que ofrecerles agua a menudo, aunque no manifiesten tener sed.
•Protegerse del calor. Especialmente durante la olas de calor, y no exponerse al sol en las horas centrales del día no ser que sea necesario.
•Ingerir gran cantidad de frutas y verduras, muy ricas en agua.
•Evitar las bebidas alcohólicas, azucaradas o con cafeína, pues facilitan la deshidratación.
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