Publicado: 20 de Diciembre de 2024

En 1970 el químico Linus Pauling publicó un libro titulado La vitamina C y el resfriado común, en el que aconsejaba tomar grandes dosis diarias de este nutriente para conseguir una salud óptima, especialmente contra los catarros. No hablamos de un cualquiera: Pauling es una de las cinco personas que tiene dos premios Nobel y la única que en ambos casos lo ganó en solitario, sin compartirlo con otros galardonados. Hoy la idea de la vitamina C contra el resfriado está popularmente arraigada, hasta el punto de que incluso medicamentos anticatarrales la incluyen en su composición. Todo ello, se supone, debería ser suficiente garantía, pero ¿de verdad este remedio funciona?


Pauling supo de las presuntas bondades añadidas de la vitamina C —también conocida como ácido ascórbico— en 1966, a través del bioquímico Irwin Stone, quien había experimentado con este compuesto como conservante alimentario. La vitamina C se conoce desde 1912, cuando fue identificada como el factor —presente en ciertos alimentos, como los cítricos— que prevenía el escorbuto, enfermedad típica de los marineros durante largas travesías: ascórbico significa antiescorbuto. Stone rocogía la idea previa de otros científicos, según la cual una ingesta de megadosis de vitaminas era el secreto de la salud y la longevidad. Pauling fue más allá e incorporó esa hipótesis a lo que él llamó medicina ortomolecular, basada en suplementos alimenticios en grandes dosis.


Conviene aclarar que ninguna de esas ideas guarda relación con los dos Nobel de Pauling. Había ganado el premio de Química en 1954 por su trabajo sobre los enlaces moleculares; y el segundo galardón, en la categoría de la Paz, se le concedió en 1962 por su activismo antinuclear. A partir de que alcanzó la cima de su fama, la deriva posterior de Pauling fue recibida con gran escepticismo por sus chocantes consejos: en su libro, recomendaba tomar como mínimo 2,3 gramos de vitamina C al día, el equivalente al que contienen más de 30 naranjas.


Desde entonces, la terapia megavitamínica y la medicina ortomolecular no han logrado ganarse el apoyo de la comunidad científica, que les achaca una falta de evidencias sólidas. Con respecto a las vitaminas en general, la visión actual considera que las dosis excesivas son perjudiciales en el caso de las solubles en grasas —como la A y la E, que se acumulan en el tejido adiposo—; y, en general, son irrelevantes si se trata de las vitaminas solubles en agua —como la C—, porque su exceso se elimina.


Vitaminas a raudales, una mala idea

Es más: aún administrándose en dosis moderadas, los beneficios de los complejos multivitamínicos son “limitados”, según Neal Barnard, profesor de medicina de la Universidad George Washington (EE UU). El último gran estudio hasta la fecha, de 2024, no ha encontrado que estos suplementos alarguen la vida en una muestra de casi 400.000 personas; al contrario, se asocian a una mortalidad ligeramente mayor. En un comentario al estudio, Barnard y sus colaboradores señalan que “hay poca razón de salud en el uso de suplementos multivitamínicos”.


Los expertos apuntan que estos micronutrientes deben provenir de una dieta saludable que aporte las cantidades recomendadas —unos 0,1 gramos al día para la vitamina C—, y que solo deben suplementarse bajo prescripción médica cuando haya algún déficit. Incluso la vitamina C en exceso puede ser nociva en personas con problemas renales, en tratamientos oncológicos o con ciertas enfermedades, y en altas dosis puede provocar diarreas.


Sin embargo, Barnard y sus colaboradores no descartan que la suplementación de alguna vitamina concreta pueda aportar un beneficio en casos específicos, por ejemplo en la mejora de la memoria en personas ancianas, o en el caso del ácido fólico durante el embarazo. La vitamina C es un antioxidante al que se le asigna la capacidad de potenciar la respuesta inmunitaria. ¿Podría ser útil en el caso concreto de ayudar a nuestras defensas a combatir el resfriado?


Utilidad limitada y en casos excepcionales

En el departamento de salud pública de la Universidad de Helsinki (Finlandia), el bioquímico y médico Harri Hemilä analiza los avances sobre los potenciales beneficios de la vitamina C y publica revisiones en fuentes como la prestigiosa Biblioteca Cochrane, considerada el patrón de excelencia en los metaestudios, que sintetizan los datos de una colección de estudios. “Hay evidencias sólidas de que la gente normal no puede prevenir los resfriados con vitamina C”, resume Hemilä. La excepción son las personas con una actividad física muy intensa, como los corredores de maratón, para quienes la vitamina C puede prevenir la mitad de los catarros. También se beneficiarían quienes toman muy poca cantidad en la dieta, “pero niveles tan bajos de ingesta no son comunes”.


En cuanto a la disminución de la duración de un resfriado o de sus síntomas, según Hemilä los estudios muestran que la vitamina C reduce la gravedad hasta en torno a un 15%, si bien esto se refiere a la ingesta regular de un suplemento de 1 gramo al día o más. “Sin embargo, los adultos suelen tener un par de resfriados al año, por lo que no parece razonable tomar vitamina C regularmente”, apunta; y aunque “las pruebas de su beneficio como tratamiento [cuando ya estamos acatarrados] son conflictivas”, tomar una alta dosis de vitamina C —hasta 10 gramos al día— cuando sufrimos un resfriado quizá podría aportar alguna mejoría.


En resumen, Pauling sobreestimó los beneficios de la vitamina C, pero algo hay: no es la panacea contra el resfriado que a veces se nos presenta en la promoción de ciertos productos o alimentos, aunque tampoco es un simple placebo. No previene, pero puede aliviar hasta cierto punto el curso de la enfermedad en algunas personas. Hemilä opina que se necesitan más estudios y que la medicina actual peca de un sesgo contrario a la vitamina C, basado en ciertos estudios antiguos y defectuosos que reaccionaban contra las tesis de Pauling.


Frente a todo lo anterior, este experto en salud pública apunta a otra recomendación alternativa cuando nos ataca un resfriado: el cinc. “El problema es que no hay buenas píldoras de cinc en las farmacias, muchas tienen ácido cítrico o dosis demasiado bajas de cinc”, advierte Hemilä. Eso sí, también un exceso de cinc tiene sus riesgos, por lo que todo suplemento debe tomarse bajo el control y el consejo experto de los profesionales.


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